27-Nov-2015
Hija mía -dijo el anciano con vivacidad-, una de las enfermedades
del alma que más individuos trae a estas casas es la ambición, el afán de
engrandecimiento, la envidia que los bajos tiene de los altos, y eso de querer
subir atropellando a los que están arriba, no por la escalera del mérito y el
trabajo, sino por la escala suelta de la intriga, o de la violencia, como si
dijéramos, empujando, empujando…(Benito Pérez Galdós, en su
novela “La Desheredada)
Subir atropellando
Una de las razones por las que
está desacreditada la política, es porque algunos políticos, hacen lo que narra
Benito Pérez Galdós en su novela “La desheredada”, precisamente cuando se
refiere a los movimientos, más bien a los empujones, que algunos políticos de
tres al cuarto hacen, obsesionados por su ambición, para conseguir puestos, o
para defender el que ya tienen, o para defenestrar al adversario que puede
hacerle sombra.
La estrategia, que denunciaba
Benito Pérez Galdós hace 150 años, más extendida de lo que debiera, influye de
forma decisiva, en el prestigio de los partidos, y de la clase política en
general. La sociedad percibe esos movimientos indecentes causando un daño que
después se ve reflejado en las elecciones. Pero sobre todo desdibuja el empeño
de otros políticos limpios, trabajadores y fieles a sus principios. La ambición
personal en política la paga el partido, la paga la ideología, y termina
pagándola, en definitiva, la sociedad misma. Eso sí: subir apropellando
proporciona pingües beneficios al escalador.
Julio
García-Casarrubios Sainz
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