21-Nov-2015
Entre los
verdugos, lo sabemos ya, había franceses. Por ejemplo Ismael Omar Mustafei, de
29 años, nacido en uno de los banlieu de París. Era de
esperar. Cualquiera que conozca la situación de los barrios periféricos de las
ciudades de Francia tiene que acordarse de esa última entrevista que Pasolini
concedió el mismo día de su muerte, hace 40 años, y en la que hablaba de lo que
“los burgueses ignoran”. Decía Pasolini: “ustedes no viven en la realidad. Yo
sí. Ahí abajo hay muchas ganas de matar”. De esas “ganas de matar” habrá que
ocuparse más pronto que tarde si queremos comprender algo y salvar un poco. Si
queremos evitar, de entrada, la única guerra que no mencionan ni Hollande ni
Sarkozy: la guerra civil en
Francia. (Santiago Alba Rico,
filósofo y escritor)
Le malaise
des banlieues
Sí.
Ya lo dijo Pasolini, hace 40 años: “Ahí abajo hay muchas ganas de matar” Y de
esas ganas de matar habrá que ocuparse más pronto que tarde, si queremos
comprender algo y salvar un poco. Se refería al malestar en los suburbios. Hoy
tiene más vigencia que nunca, aunque Nicolas Sarkozy, y otros muchos, no
quieran verlo. Sí. Ya lo dijo Pier Paolo Pasolini, que murió en noviembre de
1975, y acertó de cabo a rabo, como lo estamos viendo.
Yo
comprendo que François Hollande, ahora en caliente, y para evitar males
mayores, para luchar contra esta lacra insoportable e intolerable, piense que
no tiene otro camino que el del exterminio de los yihadistas del Estado
Islámico. Es posible que se los cargue a todos. No. A todos no. Siempre quedará
un residuo que se autoalimentará con esas ganas de matar, y con los errores de
Occidente.
Dice
Jorge Dezcallar, director del Centro Nacional de Inteligencia en España y
embajador en el Vaticano y en Estados Unidos: Los exterminamos, cosa que
posiblemente resulte fácil, pero ¿y ahora qué? Pues ahora toca corregir –lo
digo yo- los errores cometidos por Occidente respecto al mundo árabe, dentro y fuera
de nuestros dominios. Ahora toca iniciar una campaña de Alianza de
Civilizaciones.
Nos
alarmamos cuando las masacres nos afectan directamente, pero negamos ayuda a
los miles de refugiados que huyen diariamente de esas masacres; entonces nos
damos cuenta de la gravedad, del sufrimiento. Cuando nos interesa les vendemos
armas, pero no ayudamos a las zonas que están en total subdesarrollo. Ayudamos
a unos para que se enfrenten a otros. Las políticas de Occidente están
encaminadas a proteger intereses económicos y estratégicos. No protegemos ni
defendemos a los sectores sociales que están siendo humillados.
Eso,
allende los mares. ¿Y aquí? ¿Ayudamos a los marginados en barrios para que se
integren? No debe extrañarnos que a los ciudadanos de Occidente nos miren como
enemigos. ¿Lo justifico? No. Pero falta un esfuerzo para comprender “le
malaise”.
Julio
García-Casarrubios Sainz
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