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Apuntes del Siglo
XX….y XXI
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Un día,
hace mucho tiempo, paseando con mi mujer por el centro de Marbella,
concretamente por la Avenida Ramón y Cajal, muy avanzada la noche, íbamos
comentando: ¡Qué tranquilidad! Casi sentíamos miedo, por aquellas calles
solitarias. Cuando en esto, aparecen dos matrimonios paseando igual que
nosotros, disfrutando de aquella serena tranquilidad. Esto no es frecuente -les
dijimos-. Sí, -contestaron- en Marbella se puede andar por la calle sin miedo a
encontrarse con “robagallinas”.
“Está
contento el del quiosco, el del bar, el tendero, el paseante”, -decían-. “Dirán
lo que quieran del gilismo; sabemos lo que están haciendo y como lo hacen, pero
eso al ciudadano de a pie no le importa; lo único que quiere es vivir bien y tranquilo”.
Se equivocan Vds., les dijimos nosotros. Eso se destapará algún día; eso
explotará, y dejará una bola imposible de asimilar por las generaciones
futuras. Así ha sido, desgraciadamente. Tardó 15 años en explotar. Pero
explotó.
Podíamos
repetir la historia en la Comunidad Valenciana o en la de Madrid, entre otros,
por ejemplo. Todo el mundo sabía, que la corrupción estaba implantada hasta
debajo de las camas, pero los seguían votando. “A mí que no me cuenten
historias”, -razona equivocadamente un sector de la sociedad- “Ahí está lo que
han hecho” “Cómo y de qué manera no me importa”. Y seguían ganando elecciones.
¿Esto lo
van a corregir los partidos? No. Los dirigentes que debían hincar el diente, no
lo hacen porque están enganchados en la misma rueda. A los de arriba y a los de
abajo les va la marcha. ¡Dame pan y dime tonto! Dicen algunos: “Más vale lo
malo conocido que lo bueno por conocer; de ese sabemos lo que ha hecho”.
Solo el
ciudadano puede acabar con esta inercia. La democracia nos obliga a preparar
nuestro voto; nos obliga a buscar al político capaz, que los hay, de hacer la
Ciudad de las Artes y las Ciencias, o de soterrar la M-30, sin que el coste se
triplique, sin que los bolsillos se llenen, sin que aumenten los clientes en
bancos de Andorra, Suiza, Panamá o Gibraltar. La democracia nos obliga a
encontrar el político de actitud sencilla, limpio y transparente, que rinde
cuentas. Somos todos responsables.
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