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Apuntes del Siglo
XX….y XXI
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Hace
unos días un afamado periodista, e intelectualmente honesto, decía que hacían
falta unas grandes tragaderas para que Rajoy se fije en Esperanza Aguirre, con
la trayectoria que tiene, para la designación de candidata; para después
terminar diciendo que son las mismas tragaderas que tiene a veces el votante
que vota a esos personajes. Tengo ciertas dudas. Si nos referimos a Rajoy lo
puedo compartir, lo comparto; pero respecto a los votantes ya no tanto. No lo
comparto.
El
votante, con bastante mejor sentido que sus líderes, vota a determinados
candidatos pensando en la fidelidad a su partido; pensando en la fidelidad a
las siglas que siempre compartió; en definitiva siendo fieles a sus principios,
a sus valores, y a sus necesidades. Pero es ahí, precisamente, donde está el
error del votante. Es verdad que no lo hace por tragaderas; es verdad que lo
hace siendo fiel a sí mismo; pero se equivoca; con buena fé, pero se equivoca.
En este
caso, el sencillo elector, está votando a un líder que no representa sus
valores, ni su ideología, ni siquiera que defiende sus intereses y necesidades.
Está votando a un candidato que ha sido puesto como consecuencia de “un
chalaneo de intereses de supervivencia y de recolocación”. Es la lucha de los
sillones. “Yo te pongo a ti, te apoyo, para que yo pueda sobrevivir”. Y dirán
algunos: es que la política es eso. No; me niego a aceptarlo. El político tiene
que llegar al cargo limpio, y con capacidad de representarnos, de representar
unos valores, unos principios.
Está de
moda Esperanza Aguirre. Llegó al cargo por medio del antidemocrático Tamayazo.
Ha sido, con los votos de los suyos, la responsable de una Comunidad, símbolo
de la corrupción. Se ha dedicado en cuerpo y alma a enfrentarse con todo aquel
que podía hacerle sombra. Ha tratado, con todo el descaro, de derribar, por
ejemplo a Gallardón, y al mismísimo Rajoy. Y ahora es Rajoy quien la propone
como candidata al Ayuntamiento de Madrid. Impresentable. Tanto si busca
beneficios electoralistas como si busca quitársela de enfrente, es una
auténtica indecencia.
Se
equivoca el votante si presta su apoyo a quien no representa sus valores y sus
principios, aunque esté bajo el paraguas de las siglas que siempre haya
defendido.
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