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Apuntes del Siglo
XX….y XXI
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Ya se ha
celebrado la Diada. Ahora toca la guerra de cifras: medio millón, o dos
millones; da igual. Otro engaño más. Líderes, que, como no saben liderar, se
dedican a decir memeces. O peor, se dedican a alimentar fobias, se dedican a
enardecer a las masas, para defensa de sus intereses personales, para ver como
sacan cabeza en medio del fango y la tormenta que ellos mismos han
desencadenado.
Ya han
logrado su objetivo; han logrado sacar a la calle a una multitud, la cifra da igual,
mucha gente, mucha. Unos reclamando el derecho a decidir, otros pidiendo
directamente la independencia; en el fondo quizá, manifestando su descontento
hacia España ¿Y ahora qué les va a decir la Generalitat a esas gentes?
A los
que piden votar, ¿les van a decir que no se puede votar, que es ilegal? A los
que piden la independencia, ¿les van a decir qué va a hacer Cataluña fuera de
España, fuera del euro, y fuera de
Europa?
¿Les van
a lanzar hacia la desobediencia civil? Dice el líder de Esquerra que va a salir
al balcón a proclamar la República Catalana. Pero este hombre se ha creído que
todavía vive en el siglo XIX. La política, por culpa de algunos, se ha vuelto
loca.
Eso
desde el catalanismo patriotero mal entendido, envuelto en la señera estelada.
Pero, ¿y desde el españolismo, no menos patriotero? Dice Rajoy que el
referéndum no se va a celebrar porque la Constitución no lo permite; dice que
vivimos en un Estado de Derecho en el que lo primero es respetar la Ley. Y
tiene razón. Todos los ciudadanos de bien tenemos obligación de apoyar ese
posicionamiento.
Pero
¡ojo! Estar en posesión de la verdad, no justifica esperar sin hacer nada. Él
también ha contribuido a sembrar catalanofobia. El presidente de todos los
españoles, catalanes o no, además de cumplir, y hacer cumplir la Ley, tiene que
tomar las riendas cuando surge un problema y buscarle solución, proponiendo
salidas y dialogando. No debe mirar para otro lado ante una realidad que está
ahí. Esperando y utilizando solo la prohibición, no arregla nada. Al contrario,
incrementa el problema, y despierta el victimismo.
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