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Apuntes del Siglo
XX….y XXI
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La Transición decide pasar del centralismo franquista a una
descentralización mediante un sistema de autonomía política situado a medio
camino entre el modelo unitario y los estados federales. Por el gran salto que
significaba el cambio y presionados por el consenso, se diseñó un modelo que
visto en su trayectoria histórica, ha resultado ambiguo y con escasa base
jurídica y organizativa para un Estado Autonómico. Hoy tenemos un sistema en el
que las competencias se han desbordado, y un orden jurídico sin un marco
general, pero lleno de leyes, que más bien son un acervo de parches para salir
al paso de las dificultades planteadas.
¿Qué ha ocurrido después? Que, por muy diversos motivos, unas
veces respondiendo a inquietudes o necesidades ciudadanas, y otras, las más,
por la lucha entre políticos para ver quien consigue más autonomía, se han ido
incorporando transferencias a un ritmo muy superior al que puede admitir el
orden jurídico de la Constitución. Hoy las CC AA disponen de funciones que
incluso llegan a superar las de un Estado Federal. De ahí las deficiencias, y
las distorsiones que se producen.
A ello hay que añadir un problema más. El derecho a la autonomía
no era, ni es, una reclamación en la mayoría del territorio español. Ha sido
siempre, y sigue siendo, una reclamación de las llamadas comunidades
históricas, con hechos diferenciales que las distinguen de las demás. El hecho
diferencial por una parte, y el falso miedo a que las diferencias afectasen a
la igualdad de derechos ciudadanos, llevó a establecer un mapa autonómico para
todos como el que hoy tenemos. Es decir que, para que todos seamos iguales, los
hechos diferenciales siguen sin resolver. Y eso es un error. No hay que
confundir, y a veces confundimos, la igualdad de oportunidades y de derechos,
con la reivindicación lícita a ser diferentes.
Por todo ello, opina el profesor Aja, podemos admitir que el
proceso como hecho de descentralización del poder, ha cumplido su objetivo,
pero como Estado Autonómico, en su conjunto, hay que revisarlo desde su origen,
y no hay otro camino que el del federalismo. Pretender reformar la
Constitución, no significa reconocer que haya sido mala, significa que requiere
una actualización, si queremos que sea eficaz.
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