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Apuntes del Siglo
XX….y XXI
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Nadie puede
negar a estas alturas que Mariano Rajoy es un buen parlamentario. Su discurso
de contestación a la propuesta del parlamento catalán es absolutamente
impecable. Un discurso que puede asumirse de la A a la Z. Lo comparto desde el
punto de vista jurídico, político y hasta en su aspecto más humano. Ese no es
pues el problema.
El problema
de ese discurso en la incoherencia política. El presidente del Gobierno se sube
a la tribuna de oradores y anuncia que está dispuesto a reformar la
Constitución, porque con la actual legislación no es posible lo que se pide.
Totalmente de acuerdo. Pero es que hasta hace un cuarto de hora ha estado
defendiendo que la Constitución es intocable. Y lo más desconcertante: a la
mañana siguiente su portavoz y su secretaria dicen que de reformar la
Constitución, más despacio, que primero hay muchos problemas que arreglar. ¿En
qué quedamos?
El
presidente de un partido que no se ha distinguido en la historia reciente por
defender la Constitución, se niega a tocarla porque ha dado muy buenos
resultados, después anuncia que se puede reformar, y al día siguiente que más
despacio.
Y esto, siendo importante para la
credibilidad de un presiente de Gobierno, no es lo fundamental. Lo que le hace
débil, y poco creíble, para liderar una salida al conflicto, es que Mariano
Rajoy es rehén de sus propios comportamientos. No puede presentarse ahora como
el hombre de mano tendida, después de haber estado utilizando la catalanofobia
como estrategia política para ganar votos en el resto de España.
Será muy rentable presentarse ante
el sector más conservador de su partido como enemigo duro de los catalanes,
pero a la hora de arreglar problemas de convivencia no es la mejor tarjeta de
presentación. Ahí la dificultad de su tarea, y más aun si enfrente tiene a un
dirigente catalán que hace lo mismo respecto a España. ¿Dónde ha quedado ese
llanto de plañideras ante el cuerpo presente de Adolfo Suárez, como ejemplo de
diálogo y consenso,… como ejemplo de hacer política?
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