La Educación en España
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Ya estamos en plena normalidad de un nuevo
curso. Bueno, normalidad entre comillas. Normalidad y recortes son dos
conceptos incompatibles. Pero eso es otro tema absolutamente conocido. Quien
diga que no lo conoce, o lo niegue, es que tiene que acudir con urgencia al
optometrista.
Digo “Ley a la basura”, por dos razones. La
primera porque una ley sobre Educación no puede salir con todos los partidos y
todos los sectores en contra. Ya lo han dicho todos. En el momento que el PP
pierda la mayoría absoluta se derogará la Ley Wert.
Y segunda razón por la que va a ir a la
basura, “porque es basura pura y dura”.
Llevamos muchas, -demasiadas-, leyes sobre
el sistema educativo en España. En todas hay cosas buenas y cosas menos buenas;
en todas podemos encontrar cuestiones discutibles. Pero en todas encontramos,
algo que ha supuesto un avance en nuestro sistema educativo. Hemos ido
avanzando hacia la universalización. Algo irrenunciable en cualquier país
democrático avanzado. La Ley Wert, no tiene nada que pueda aprovecharse en este
camino: ni universalidad, ni calidad.
Un sistema educativo, hoy, ya metidos en el
siglo XXI, tiene muy pocos secretos; tiene muy poco que descubrir; sobre todo
en cuestiones fundamentales. La pedagogía ha avanzado lo suficiente para
proporcionarnos las fórmulas necesarias. Es un problema técnico en un 90 %.
Dejemos un 10 % a cuestiones ideológicas, que pueden discutirse y en las que se
puede llegar a acuerdos.
El problema que surge aquí es que, más allá
de cuestiones ideológicas, que las hay, y que es normal que las haya, según el
partido que gobierne, existen otros intereses no confesables; intereses que no
dicen abiertamente. Se trata de devaluar la enseñanza pública, para favorecer
el trasvase a la privada; se trata de hacer concesiones a ciertos sectores,
todavía anclados en el nacional catolicismo; se trata de seleccionar, o
segregar, al alumnado poniendo toda clase de trabas que dificulten el camino
hacia la universalización; se trata en definitiva de acabar con el principio de
igualdad de oportunidades. “Universalidad y calidad, nada de nada”.
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