lunes, 28 de octubre de 2013

CABEZA O VÍSCERAS


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Apuntes del Siglo XX….y XXI
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 Hay que marcar diferencias entre los que creemos en la democracia y los que no. Hay que marcar diferencias entre los que vivimos en un Estado de Derecho y los que no. Las diferencias son muchas, pero la línea divisoria es una sola y muy clara. Es la línea que marca la Ley. Así de sencillo. Sencillez y grandeza al mismo tiempo. La grandeza de entender la convivencia de otra forma. Los que estamos a este lado de la línea tenemos que obrar con la cabeza, y no con las vísceras. Es fácil dejarse llevar de las vísceras, pero.. cuidado.. Las vísceras son malas consejeras.

A este lado de la línea, también se han cometido errores. A veces el juego no ha sido limpio. La lucha antiterrorista en España ha tenido un especial recorrido. Como todas las políticas, experimentó un notable cambió con la llegada de la democracia. A partir del Gobierno de Felipe González quedaron perfectamente delimitadas las bases en las que se iba a fundamentar la lucha contra los terroristas. Y todos los gobiernos, todos los presidentes, han respetado escrupulosamente esos principios:

Se trata de un asunto de Estado que no puede, no debe, utilizarse como arma partidista; lograr que cada vez tenga menos apoyo social porque en democracia no hace falta la lucha armada para hacer política; intensificar la acción policial con mejores medios; y por último; buscar la colaboración internacional. Con estos mimbres, la democracia ha logrado derrotar a ETA. Ha sido una victoria de la democracia, una victoria del Estado de Derecho, una victoria de todos.

El error cometido, es que algunos cayeron en la tentación de utilizarlo como arma arrojadiza. El error del PP no fue que negociara con la banda, que acercara presos al País Vasco, o que excarcelara a presos. Aznar hizo lo que hizo, y bien hecho estuvo. La equivocación vino cuando desde la oposición, se recriminó a Zapatero por lo mismo que había hecho el Gobierno Aznar. Y ahora el Partido Popular, en su rectificación, tiene que alejarse de aquellos a los que él mismo dio alas. Rajoy nunca debió acusar a Zapatero de traicionar a los muertos, ni salir a la calle en defensa de las víctimas, porque esos mismos sectores ahora le exigen coherencia, le exigen que haga lo que no puede hacer.


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