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Apuntes del Siglo
XX….y XXI
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Me he
tragado las cinco horas de debate. Y es que todavía albergaba una pizca de
esperanza en ver algo nuevo. Todavía sentía la sana expectación de ver a un
presidente de Gobierno de España, con la responsabilidad propia de un hombre de
Estado. Pensaba que los acontecimientos le iban a hacer reflexionar en favor
del interés de su país, que es el nuestro. Pero no. “Ingenuo yo”. Sigue yendo
al Congreso a regañadientes, y cuando va, lo hace con un discurso dirigido,
exclusivamente a sus más fervientes forofos. Nada más. Solo hemos visto la
escenificación generosamente aplaudida de una acostumbrada farsa.
Sigue
faltando al respeto de los parlamentarios, sigue faltando al respeto de los
ciudadanos. Cumple a rajatabla el viejo adagio de que la mejor defensa en un
buen ataque. Contestar a los intervinientes, ni jota; responder a las
expectativas, ni jota; dar explicaciones de sus problemas, que son suyos, ni
jota; decir la verdad de lo que ha pasado en su partido durante más de 20 años,
ni jota. Todo lo contrario. “A mí que me registren” “Culpable… de nada”. Ni
siquiera es culpable de acusar en falso a la oposición, de aquello que hacía
él.
Ya no se
acuerda del tipo de oposición que siempre ha hecho el Partido Popular cuando no
está en el Gobierno. Ahora resulta que pedir explicaciones al Gobierno y al
Partido que lo sustenta, es perjudicar la estabilidad de nuestro país. ¡Quién
te vio y quién te ve! No, Sr. Rajoy. La estabilidad y el prestigio de nuestro
país la están perjudicando los procesos de corrupción que le afectan a la
estructura misma del Estado. Y lo que es peor: negar, ocultar, proteger, los
procesos de corrupción. Vd. y su partido no han hecho otra cosa que rebuscar
triquiñuelas y recovecos judiciales, que conduzcan a esconder las vergüenzas. Y
eso tiene un final.
Cuando está
Vd. en la oposición todo es gravísimo: el presidente del Gobierno “traiciona a
los muertos”. Y cuando tiene la responsabilidad de gobernar los problemas “son
solo unos hilillos de plastilina”. Es un insulto a la inteligencia. Es Vd. un
buen parlamentario, pero utilícelo para defender el prestigio del Estado, y el
interés general, no para defender sus indefendibles problemas partidistas.
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