miércoles, 6 de marzo de 2013

ESTUDIAR O TRABAJAR


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La Educación en España
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El objetivo de un sistema educativo en un país moderno, desarrollado, y con propósito de incorporar el derecho a la igualdad de oportunidades, tiene que ser mejorar la calidad de la educación, sin perder alumnos por el camino. Hay que conseguir la igualdad de oportunidades, mejorando la calidad, y sin que se vayan quedando fuera del sistema una parte de nuestros alumnos. ¿Esto es posible? ¿Es posible que atendamos al principio de igualdad de oportunidades sin abandonar la calidad del sistema?

Una de las propuestas de la conocida como Ley Wert, es la de aumentar un año de bachillerato, a costa de disminuir un año de la Educación Secundaria Obligatoria. Aparte de una enorme complejidad técnica y organizativa al introducir esta modificación teniendo en cuenta que en España la Enseñanza Obligatoria se sitúa en los 16 años. ¿Qué va a pasar, que tiene que empezar el bachillerato obligatoriamente un alumno, para luego decidir si seguir o no? Yo lo veo muy complicado. Mucho me temo que ni lo han pensado.

Pero el problema es más profundo que el meramente organizativo. Aquí hay una clara profundización del carácter selectivo que los criterios conservadores han considerado prioritario en la historia de la Educación en España. Las enseñanzas obligatorias no pueden ser nunca selectivas. En una etapa obligatoria no se pueden establecer criterios de adecuación a las características sociales e intelectuales de los alumnos. Dicho con más claridad: no se puede someter a un alumno en periodo obligatorio a decidir nada que le marque su futuro.

Y para los que dicen que cada alumno necesita su motivación específica para progresar, decirles que tienen razón. Pero dejar muy claro que esa adecuación hacia cada alumno debe materializarse en cuestiones pedagógicas, en cuestiones de enseñanza individualizada, en buscarle los apoyos que necesite cada uno, en reducir el número de alumnos por clase, en ponerlo a disposición de orientadores, etc., etc. Y nunca obligarle a decidir, nada más y nada menos, si seguir unos estudios generales o una formación profesional. Si va a estudiar, o va a trabajar. No, eso nunca. Eso va en contra de los principios de igualdad de oportunidades.


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