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Apuntes
del Siglo XX….y XXI
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John
Ralston Saul, filósofo nacido en Ottawa, es conocido por sus
comentarios sobre el fracaso de las sociedades dirigidas por
tecnócratas financieros. Yo quiero sacarlo a colación por un
artículo escrito para la revista Harper´s en el año 2004, bajo el
título “El colapso de la globalización y el renacimiento del
nacionalismo” donde argumenta que la globalización lejos de lograr
una visión de conjunto, ha conseguido el efecto contrario: los
intereses nacionalistas, han destruido los beneficios de la
globalización.
Un
año después, en 2005, publicó el libro: “El colapso de la
globalización y la reinvención del mundo”. Es importante fijarse
en la fecha; aún no había saltado la crisis. En ese libro declara
que el dinero no es real, y que nos hemos convertido en esclavos de
algo que solo existe en el papel. Habla de que vivimos en una
economía ficticia. Dice que en los años setenta el comercio era
seis veces el valor de los bienes, y que en 1995 ya era 50 veces más.
Ese descomunal crecimiento de la economía especulativa, diez o doce
años después, antes de estallar la crisis, calcula Ralston, que
podría haber alcanzado las 150 veces.
Así,
era previsible que estaba a punto de producirse una explosión de esa
economía basada en el valor ficticio de las cosas. En una
entrevista, Ralston, explicaba: La globalización nos trae lo
contrario de lo prometido; prometió competencia y tenemos los más
potentes oligopolios; la globalización iba a controlar y renovar el
capitalismo, y lo que ha hecho es volver al mercantilismo; prometió
crecimiento y tenemos recesión; prometió empleo y tenemos paro. Iba
a mejorar la igualdad, y hay más desigualdad. Nada se ha cumplido.
Es lógico, no podía ser de otra manera.
Pero
lo más grave es que, además de producir lo contrario a lo previsto,
es que las soluciones están siendo suicidas; están aumentado esos
efectos no deseados. Se le ha dado el dinero a los bancos, para que
relance la economía, y está claro que no ha sido así. Si el dinero
se le hubiese dado a los afectados por las hipotecas, los ciudadanos
hubiesen pagado sus hipotecas, los bancos hubiesen recuperado su
dinero, y los afectados, en vez de estar arruinados y desahuciados,
hubiesen seguido gastando, consumiendo, y accionando la economía
real. Todo lo contrario. Eso sí, los diseñadores del invento no se
hubiesen puesto las botas.
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