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Apuntes del Siglo
XX….y XXI
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Con la
canción de fondo de Bruce Springsteen, el presidente de los Estados Unidos,
Barack Obama, se dirige a los suyos en el Grant Park de Chicago. Obama vuelve a
hablar de esperanza en su discurso de la victoria. Tras el reconocimiento de
Mitt Romney de haber perdido, Obama decía: “Creemos en una América generosa,
compasiva y tolerante. Creo que podemos mantener la promesa que fundó este
país: no importa de dónde vienes, si eres hispano, negro o blanco, homosexual,
joven o viejo, gay o heterosexual”. Es un discurso que identifica el mensaje
progresista y tolerante. “Lo mejor está por venir”, es propio de un líder que
transmite ilusión.
En un discurso de 20 minutos, dio
tiempo para lanzar el mensaje de que todos unidos iban a trabajar para mejorar
la sanidad y la educación, impulsar la innovación, mejorar el déficit y
contrarrestar el calentamiento global. Pero no hubo cabida para introducir
reformas, privatizaciones, recortes, austeridad,… y todo lo que sí hubiera introducido
si hubiese ganado el candidato conservador.
Todos los gobiernos europeos, en un
ejercicio de cintura diplomática, se han apresurado a felicitar a Barack Obama.
Normal, y hasta loable. ¡Hombre! todos sabemos que mientras la felicitación de
François Hollande puede enmarcarse desde la sinceridad, otras felicitaciones,
procedentes de gobiernos conservadores, pueden justificarse desde ese ejercicio
de cintura diplomática, pero, por coherencia ideológica, se hubiesen alegrado
más del triunfo de Mitt Romney. Hasta ahí normal. Pero lo que ya raya en el
cinismo más ridículo es la declaración de García-Margallo, cuando dice: “Ha
ganado el nuestro”.
De todas formas sería muy conveniente
estudiar un fenómeno social europeo, un tanto contradictorio. No es fácil
explicar que en Europa con una mayoría de gobiernos conservadores, el 92 % de
los ciudadanos deseaban, y se han alegrado por el triunfo de un líder
socialdemócrata, en Estados Unidos. Los dirigentes socialistas europeos
deberían plantearse esta situación tan insólita. Es muy urgente preguntarse qué
le pasa a la socialdemocracia europea. Precisamente en Europa, la cuna del
“Estado del Bienestar” desde la segunda guerra mundial.
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