El día 24 de
agosto, escribías un artículo en Jaraíz, añorando una vuelta a una Edad de Oro,
que no llega. Una Edad de Oro, decías, que sólo podría enmarcarse en la Década
Cervantina, en el “espíritu quijotesco”. ¡Qué pena, que para anhelar una justicia
justa, haya que recurrir a los diálogos del Quijote! Algunos actuales
dirigentes deberían empaparse en los diálogos de Don Quijote y Sancho. O mejor
todavía: hacerse la misma reflexión que tú te hacías cuando aún podías
hablarnos, hace poco más de dos meses. -Justo hace dos meses nos estábamos
tomando un helado con María Elena, y riendo sus ocurrencias-.
Me entran
ganas de enviar a esa caballería andante, y aunque por una vez sea imposición,
hacer que la propiedad tenga una función social, y que el apoyo a los débiles
tenga como fin aproximarse al nivel de los fuertes. Sí, Juan José. Comparto tu
reflexión, hasta el extremo de que la recorté y la guardé. Pensé contestarte,
pero no lo hice por miedo a no estar a tu altura. Hoy la he sacado para que veas
que no la tengo en saco roto. La tengo y la tendré. La seguiré guardando. Te lo
prometo.
Tengamos la
esperanza, aunque sea ilusoria, aunque sea utópica, de ese sueño universal, al
que tú te refieres. El mundo progresa gracias a utópicos aunque a veces ellos
no hayan conocido ese adelanto. Y cuando se consiga, tendremos que decir que se
debe, en buena parte, a personas como tú, que supieron luchar, en el día a día,
en apoyo a los más débiles. Nadie lo ha hecho como tú. Todos hablarán del gran
maestro, que lo fuiste. Yo te recordaré por tus desvelos a favor de los tuyos.
Ahora no estoy pensando en el profesor, ni en el poeta, ni en el intelectual,
de quien podríamos llenar muchas cuartillas, pienso en algo que sobresale mucho
más, pienso en hombre bueno que se revelaba ante las injusticias.
En el
momento que iniciaba la lectura de tu artículo “La Edad de Oro”, ya en el
primer renglón, en el mismo instante en el que anuncias la depresión universal,
barruntaba, sabía a lo que querías referirte y a quien dirigías el envío final.
No te preocupes nadie va a ser víctima de ningún atropello, nadie va a lograr
situarnos en la Edad de la EME, porque la sensibilidad de otros muchos, como
tú, compensará con creses los horizontes oscuros que algunos se empeñan en
dibujar. Sí, Juan José, personas como tú conseguirán que Lolina y María Elena
sean felices.
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