viernes, 26 de octubre de 2012

HERENCIA KANTIANA



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Apuntes del Siglo XX….y XXI
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Hace unos días el catedrático de historia contemporánea, Álvarez Junco, nos traía a la memoria el pensamiento kantiano sobre los nacionalismos. El filósofo prusiano Immanuel Kant, a finales del siglo XVIII, en un proceso filosófico entre lo empírico y lo racional, desde la experiencia a la razón, sentó las bases de lo que, dos siglos después, iba a servir de fundamento en la construcción europea. Hace más de 200 años, Kant especulaba sobre la desaparición de los estados soberanos, las guerras y las fronteras, y sustituirlo por una federación internacional. En su obra “La paz perpetua” aboga por una federación mundial como fórmula para lograr la paz.

Aceptado el principio kantiano: “la paz no es el estado natural del hombre”, hay que recurrir a la razón para corregir esa tendencia natural. Si la experiencia pone sobre el papel que los conflictos entre los pueblos tienen su origen, precisamente en el arraigo sentimental, en el apego a esos mismos pueblos, se impone la necesidad de razonar la forma de priorizar la convivencia global sobre el sentimiento nacional. Amo mi pueblo, mi región, mi país. Sí. Pero me siento ciudadano del mundo.

Por esta misma razón, políticos de gran altura y visión, en la segunda mitad del siglo XX, pusieron en marcha la construcción de “la Europa de los pueblos”. Una Europa sin fronteras, una Europa sin guerras, una Europa basada en la solidaridad y la cohesión, una Europa en la que la nación se reserve a conservar su identidad, su tradición y su cultura. Así se ideó, y así la estábamos construyendo, hasta que el conservadurismo imperante vuelve a colocar el nacionalismo soberano como la pauta de comportamiento en Europa.

Pero no solo que hemos retrocedido en la construcción europea, sino que algunos gobiernos, como el español, están perdidos. Andan desorientados, navegando entre la dependencia obligada a las instituciones europeas de las que dependemos, y el discurso nacionalista de consumo interno, para la compra de votos. Y en esa situación, con difícil horizonte, surge en España la guinda que ha venido a añadir más confusión: El choque frontal de dos derechas nacionalistas, confundiendo el concepto nación-estado. Por ideología nacionalista, o por interés electoralista.


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