miércoles, 14 de septiembre de 2011

FIN DE LA TRANSICIÓN

Apuntes del siglo XX 


Numerosos historiadores se plantean la pregunta de cuándo empieza y cuándo acaba la Transición. ¿Cuándo termina la transición? Con las elecciones generales del 15 de junio de 1977, con la Constitución de 1978, con el 23-F, o con la llegada del PSOE al poder. Es discutible. Y seguro que todos tienen argumentos suficientes para fundamentar su posición.

Lo mismo de discutible si ya ha terminado la guerra civil, no como hecho sangriento, sino como el enfrentamiento de las dos Españas. Hay quien sostiene que mientras no se pueda revisar la memoria histórica sin recelos y sin resentimientos, es que la guerra civil no ha terminado. Mientras la guerra civil no se pueda analizar con la serenidad que se analiza Viriato, o la dominación romana, o los reyes Católicos, no habrá terminado de cerrarse esa página de la historia.

Dos preguntas muy diferentes a primera vista. Pudiera parecer que no tienen nada que ver la Guerra Civil y la Transición. Pero sí que podemos encontrar algo en común. Las dos tienen mucho que ver con el enfrentamiento entre españoles. Dos formas irreconciliables de ver la realidad de España. ¿Cuál es la diferencia? Que la primera es la consecuencia del absoluto convencimiento, de que el problema de España no se solucionaría nunca mientras no desapareciese del mapa el diferente; mientras unos no aniquilasen a los otros. Es el exterminio. La segunda también procedente del enfrentamiento, pero con la visión contraria de que el exterminio del diferente no era la solución. La solución venía por la puesta en común de ambas visiones. Mientras la primera no solucionó nada nunca, la segunda fue el principio de la solución definitiva.

Una vez vistas ambas propuestas se yergue ante nosotros un caso singular: España. Una nación de tradición católica e historia turbulenta especialmente desde principios del siglo XIX, cuyo estereotipo más difundido dentro y fuera de sus fronteras la asocia, como recuerdan los grabados de Goya, al dogmatismo y el autoritarismo, a la barbarie y el atraso. El cambio político, social y económico a la España de hoy es lo transcendente, lo importante, lo significativo. No cuando empieza o cuando acaba ese cambio.

En el curso de poco más de un cuarto de siglo, contado a partir de la muerte del dictador Franco, el país se transforma en una monarquía constitucional, estable y democrática, con más de treinta mil dólares de renta anual per cápita, el octavo país más rico del planeta, con un 87% de la renta promedio de los quince países que hoy integran la Unión Europea, dotado de una calidad de vida excepcional que lo coloca entre los más privilegiados en el mundo. Pero sobre todo, la Transición representa el fin y el principio de una diferente forma de convivencia.



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