lunes, 19 de septiembre de 2011

EL THATCHERISMO



Margaret Thatcher, “La Dama de Hierro” llevó hasta sus últimas consecuencias el liberalismo conservador. Un posicionamiento político, económico y social que ha marcado a los gobiernos de derechas, a partir de Reagan y Thatcher. En España tuvo su más genuino seguidor el gobierno de José María Aznar. Es el “Thatcherismo”. Muy bien visto, incluso admirado, en todos los círculos conservadores. Pero no tan bien visto, incluso detestado, en los círculos progresistas. Son dos formas diferentes, de entender el funcionamiento de las estructuras sociales del Estado.

Esta consideración viene a cuento, desde que Cospedal anunciara los recortes para Castilla-La Mancha. Es Thatcherismo puro y duro, con la agravante de que además de ideológico, lo hacen estratégico. Ideológico porque hace frente a la economía, basándose en conceptos economicistas y muy poco sociales. Con el pretexto de hacer frente a una delicada situación, lo que se consigue es un importante retroceso en los sistemas sociales que preconizan los progresistas.

Margaret Thatcher, primera ministra desde 1979 a 1990, llega al poder con la promesa de reducir el papel del Estado en la economía. Se mostró siempre muy crítica con los funcionarios públicos; tenía una clara preferencia por los impuestos indirectos, menos progresivos que los directos. Thatcher se propuso reducir a la mínima expresión la influencia de los sindicatos; redujo los subsidios a pesar de un paro de más de 3,5 millones de trabajadores. En definitiva se distinguió por la desregularización de los mercados, la flexibilidad del marco laboral, la privatización de los bienes públicos, y un considerable retroceso en los sistemas públicos de sanidad y educación.

Respeto absoluto a una diferente forma de concebir la política, a pesar de no compartirla. Que el Partido Popular está en la onda del thatcherismo no es ningún secreto. Lo vimos con Aznar, lo estamos viendo en las comunidades que gobierna, y ahora lo vemos en Castilla-La Mancha. Ideología que, lógicamente, ponen en práctica allá donde gobiernan. Es normal. Lo que ya no es tan normal es pretender ocultarlo. Como si les diera miedo expresarlo abiertamente. Son esperpénticas las declaraciones de que “el PP es el partido de los trabajadores, o que “el PSOE es el partido de los recortes sociales”.

Pero lo peor de todo es que ese thatcherismo que practican, y no predican, vaya acompañado de rasgos un tanto populistas. Por ejemplo: suprimir el 60 % de los liberados sindicales. Enmascaran su propósito de reducir drásticamente la influencia de los sindicatos, con el discurso de que son una panda de vagos que no trabajan. Aumentan el horario lectivo de los profesores, como si los profesores solo trabajaran en las horas lectivas. Es como si a un juez le contabilizasen solo las horas que está en los juicios, o que al periodista le paguen por lo que dura el telediario. Enmascaran su oposición a la enseñanza pública, lanzando la proclama de “que los profesores trabajen como todos los demás”. ¡Auténtico thatcherismo!.












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