lunes, 15 de agosto de 2011

TURISMO SOCIAL


Leo: “La Junta de Cospedal propone suprimir los viajes sociales, al menos por este año”. A nadie le puede sorprender a estas alturas que el nuevo Gobierno de Castilla-La Mancha, iba  a iniciar su andadura recortando prestaciones sociales. Ha venido preparando el camino sembrando la idea de que han heredado unas cuentas mucho peor de lo que esperaban. Algunos lo veníamos denunciando. Y lo que es peor, se barruntan muchos más, cuando pasen las elecciones generales.

Pero concretándonos en el tema del “turismo social”, es conveniente fijar una serie de posiciones para centrar el verdadero alcance de la noticia. Se trata de uno de los fenómenos socioeconómicos de mayor transcendencia en la vida española de los últimos 25 o 30 años. El turismo social se inicia en los países europeos en los años sesenta, y se introduce en España en los años ochenta. Como todo progreso, con veinte o más años de retraso. Siempre hemos ido con retraso. Pero desde la entrada de la democracia, afortunadamente, las innovaciones sociales se han colocado al mismo nivel que las de cualquier otro país avanzado de nuestro entorno.

El turismo social es eso, social. Es su primera, y más importante característica. He sido testigo. Participo siempre que puedo, y me encanta ver a personas mayores, que disfrutan de algo que de otra manera les, y nos, sería imposible. Además de ocio, es un aprendizaje a vivir en convivencia, unos con otros. La mayoría de estas personas no pueden veranear en la urbanización marbellí de Guadalmina. Han cambiado de hábitos y se han formado en ellos. Visitan con absoluta normalidad hoteles de cuatro estrellas, que por su cuenta, muchos no lo harían. Han cambiado la forma de divertirse. Ya no se queda ella en casa, y él se va a jugar al tute. Se van los dos a viajar y a bailar. Disfrutan de playa, paisajes, y rutas culturales. Se trata de una actividad lúdica y formativa de primerísimo nivel. Contribuye, y de qué manera, a mejorar los programas de envejecimiento de calidad. Por todo ello y mucho más, es, ante todo, una actividad social. Y eso cuesta. Las administraciones públicas están obligadas, en una sociedad moderna, a posibilitar a todos de este disfrute.

Se equivocan los que piensan: “es injusto que los viejos viajen con mis dineros” Es injusto porque a todos les llegará, y es falso porque el turismo social es una actividad social sostenible. Sostenible porque, aunque la administración contribuya con una aportación económica, está generando una actividad económica de las más eficaces en nuestro país. Está dando trabajo a empresas de transporte, está contribuyendo a promocionar la red hotelera en España, está dando actividad a muchas agencias. En definitiva, está creando puestos de trabajo.

¿Eliminarán, o no, el turismo social? Yo opino que, de momento, no lo van a hacer, porque el impacto social, laboral y empresarial sería de tal magnitud que estarían mermando sus intereses electorales para el 20 de noviembre. ¡Y eso, NO!


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