martes, 23 de agosto de 2011

IZQUIERDA Y DERECHA



No me gusta la nomenclatura izquierda y derecha. Existen las dos corrientes y con una clarísima diferencia. No es cierto que hayan desaparecido. No es cierto que la línea divisoria a veces se diluya. Lo que ocurre es que el concepto de izquierda y derecha ha cambiado a través de los tiempos, tanto, que las dos corriente hoy no se parecen en nada a como se concebían hace un siglo. La izquierda de la confrontación de clases, de obreros contra patronos, se ha transformado en una socialdemocracia, que mantiene los criterios fundamentales de libertad, solidaridad y estado del bienestar. Y otro tanto le ocurre a la derecha, que de la explotación pura y dura se ha pasado a un conservadurismo de valores cristiano demócratas. Aclarando que en ambos territorios excluimos las posiciones radicales.

Quizá en este sentido diacrónico, la izquierda, manteniendo sus principios fundamentales, haya sabido deshacerse más de las tendencias, ya trasnochadas de finales del XIX y principios del XX. La izquierda se ha adaptado más a los tiempos actuales. Hoy ya sólo quedan sectores residuales pendientes de reciclarse. La mayoría se ha sabido adaptar a lo que hoy llamamos socialdemocracia, que respeta el libre mercado, la propiedad privada, y el crecimiento económico, pero mantiene muy vivo el sentido de un capital puesto al servicio del bienestar social y de la igualdad de derechos. Es la socialdemocracia de Olof Palme, Willy Brandt, Jacques Delors, François Mitterrand, o el propio Felipe González.

Por el contrario parece como si la derecha tuviese más dificultades para desatarse de los conceptos en que se basaba la derecha de hace más de cien años. Hay una derecha moderna, de perfil democristiano, basada en los valores tradicionales. Son los llamados conservadores. Pero hay otra derecha, todavía demasiado numerosa que ni ha entendido que la izquierda se ha modernizado, ni ella misma hace nada por incorporarse a las nuevas corrientes. Sigue basando su estrategia en la intolerancia, y en no admitir con naturalidad que pueden gobernar otros, que hay otras ideas, que hay diferentes pero no enemigos irreconciliables.

Por eso digo que no me gusta la nomenclatura de izquierda y derecha. Porque, esos conceptos siempre hay que matizarlos, para saber si nos referimos a la de antes o a la de ahora. Cuando los conceptos requieren matizaciones es que se confunden. Hoy se imponen más los vocablos progresistas y conservadores. Si la controversia partidista la basásemos en estos nuevos conceptos, los debates serían menos crispados y más clarificadores. Incluso sería mucho más fácil llegar a puntos de encuentro. Hay izquierdas y derechas. Las habrá, y es bueno que las haya. Pero no confundamos los tiempos. Porque nos quedaremos con el enfrentamiento y sin el debate sosegado y necesario para la construcción de una sociedad moderna. Una sociedad más justa a la que todos, desde las diferencias, estamos obligados a construir.


No hay comentarios:

Publicar un comentario