domingo, 24 de julio de 2011

EL BERLUSCONISMO


Se trata, desde mi punto de vista, de un fenómeno sociopolítico que vimos nacer en Marbella, que se exportó a Italia, corregido y aumentado, y que hoy lo tenemos en algunas autonomías de nuestra geografía. Aparece transmitiendo a la ciudadanía la impresión de que aún haciendo y cometiendo las más variadas corruptelas gobiernan dándole a la sociedad lo que necesita. Con una mano roban a mansalva, cometen toda clase de tropelías, y con la otra proporcionan a los ciudadanos aquello que demandan. O al menos lo que les conducen a percibir. Al final, engañados.

El ciudadano lo sabe. Pero hace la vista gorda. El ciudadano está convencido de que es así. El ciudadano sabe, porque no es tonto, que por el camino van entrando en el bolsillo de políticos y empresarios, algunas “Pesetillas”. Pero no importa. Hasta lo premian con su apoyo en las urnas. Saben que se lo están llevando crudo, pero…”ande yo caliente…” Esto no puede seguir así. Algo no funciona.

La representación dura un tiempo limitado, y cuando se termina de correr el telón se descubre un importantísimo daño. No sólo el daño económico de lo que han robado, sino un daño que afecta a las estructuras del Estado. Pero sobre todo un daño moral. El daño de haber desprestigiado la vida política y social de un territorio. Porque el corrupto, cuando se sabe descubierto, que es muy pronto, se dedica con todas sus fuerzas a extender la idea del “y tú más”. Ese daño es muy superior al que ocasiona con el dinero que se ha llevado por el camino. Luego es muy difícil de echarlos. Ni las urnas son capaces de deshacerse de ellos.

Berlusconi, haciendo toda clase de pillerías, lo seguían votando. Ya no. Ya parece que ha llegado su final. Pero fíjense que triste: Berlusconi va a caer por la crisis. Por la misma razón que se está llevando a muchos líderes europeos. No por su fechorías. ¿La culpa? Hombre, parece que de los propios corruptos, perdón presuntos. Pero también culpa de una clase política, que no ha hecho nada por evitarlo. Y una sociedad que no los rechaza claramente. Ya no caben códigos deontológicos. Los códigos de buena conducta no sirven para nada. Quienes los redactan son los primeros en faltar a su cumplimiento. No vale.

La solución está en iniciativas, legislativas y organizativas, que sean capaces de detectar el primer movimiento. Unos servicios de inteligencia, policiales y fiscales, que actúen a la primera de cambio. Que cuando sean conocidos por la opinión pública ya estén acumuladas todas las pruebas para su procesamiento. Y no al revés, cómo ocurre hoy. Lo sabe toda la sociedad y las instituciones todavía están y estarán durante muchos años, investigando. Incluso hasta que prescriben. Es lamentable oír y leer que determinados delitos de determinados personajes están investigados y comprobadas sus conductas delictivas, pero la Ley no  puede actuar, porque han prescrito. ¿Quién va a ser el primer líder que tome este tipo de iniciativas? Quien lo haga, habrá desenmascarado a los verdaderos corruptos, y habrá puesto a cada uno en su sitio. Habrá hecho un gran servicio a la democracia.



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