domingo, 3 de abril de 2011

RAJOY, REHÉN DE AZNAR


El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, acude al Pleno del Congreso de los Diputados, con el fin pedir autorización, como marca la Ley, para poder intervenir en un conflicto armado. Hasta ahí todo normal. Igual de normal que el apoyo casi unánime de todos los partidos de la oposición.

Sin embargo, dos intervenciones merecen un comentario especial, al margen de esta normalidad. El líder de Izquierda Unida, Rafael Llamazares, dice lo que dice, porque no habla como político de Estado. Sabe que nunca va a tener que tomar decisiones de este tipo y se puede permitir utilizar un mensaje fuera de la realidad. Lo que no puede hacer es manipular los hechos para fundamentar sus argumentos.

Pero otra intervención, la que sí llama más la atención es la de Mariano Rajoy. Sin desmerecer a nadie, la responsabilidad de quien se sabe fuera de toda posibilidad de gobernar, no puede ser la misma de la debe exhibir un líder que ha gobernado y que tiene muchas posibilidades de hacerlo en un futuro. Un futurible jefe de gobierno tiene la obligación de hablar con más claridad. Está obligado a manifestarse sin eufemismos, y sin curarse las espaldas. Hacerlo así es una falta de seriedad.

A lo largo de toda su intervención, al jefe de la oposición, se le nota totalmente mediatizado por la intervención de su antecesor, José María Aznar, en la guerra de Irak. Ha puesto de manifiesto que nunca sabrá deshacerse del grave error que Aznar cometió colocándose en la foto de las Azores.

Resulta poco edificante la imagen de Rajoy, apoyando lo que no puede dejar de apoyar. Aunque el cuerpo le pida negarle a Zapatero, como siempre, todo su apoyo, no puede hacerlo porque sabe que el desprestigio internacional y las consecuencias nacionales serían nefastas para él. Por eso le apoya, aunque visiblemente de muy  mala gana. Se le ha notado demasiado.

Evita decir que le apoya. Se limita a decir que no se opone. Insiste reiteradamente que se trata de una decisión de José Luis Rodríguez Zapatero, para que se note que él no ha participado, que él no arriesga, ni quiere aceptar ninguna responsabilidad. Reitera una y otra vez la palabra guerra. Habla de la guerra de Libia en numerosas ocasiones. Quiere mostrar el paralelismo con la guerra de Irak. En una palabra: no es capaz de librarse de esa tremenda losa que supone para Rajoy y para el Partido Popular, el hecho de que Aznar posicionara a España en el lado de los que decidieron una Guerra “ilegal e injusta”, de unas terribles consecuencias.


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