domingo, 13 de marzo de 2011

REBELIÓN ÁRABE

Lo que está ocurriendo en los países árabes del norte de África y del Próximo Oriente puede que no pase desapercibido; puede que tenga mucha más importancia de la que parece; puede que recordemos estas fechas como uno de los hitos con mayor trascendencia para el desarrollo de los pueblos y para el equilibrio internacional.

Los análisis de previsión para el siglo XXI se debaten entre dos posiciones. Una pesimista presentada por quienes piensan que el mundo va por muy mal camino; que la globalización va a traernos como consecuencia mayores desequilibrios entre pobres y ricos; los que vaticinan que los movimientos especulativos de un mercado sin control van a llevarnos de crisis en crisis. Puede ser.

Pero frente a esta posición pesimista hay otra con mejores perspectivas. Es una posición optimista de la realidad histórica que nos ha tocado vivir. Es la de quienes vaticinan un nuevo siglo conductor hacia la solidaridad; los que ven en el futuro del siglo XXI una sociedad más libre y más igualitaria.

A ninguna de las dos posiciones les falta razón para fundamentar sus vaticinios. El problema que se plantea es el la dificultad de hacer vaticinios por la rapidez en que se producen los acontecimientos. Acontecimientos que hacen cambiar el rumbo de la historia en cuestión de días. En un abrir y cerrar de ojos, cambia el panorama de aquello que parecía ser lo más previsible. De todas formas los grandes políticos y los grandes pensadores, sí que tenían que adelantase a la visión de futuro. Posiblemente la más importante crisis que padecemos en estos momentos es la falta de esos políticos y de esos pensadores. Más de políticos, que de pensadores.

Las revueltas que se están viviendo en el norte de África y en el Próximo Oriente pueden inclinar la balanza hacia una de esas dos posiciones de las que hablamos. Son revueltas que ponen de manifiesto cuestiones que los dirigentes de los países que llamamos desarrollados no han sido capaces de prevenir.

Son revueltas que reflejan haber perdido el miedo de los ciudadanos a los dictadores. Se trata de una aspiración de libertad incubada desde hace muchos años. No se ha sabido dimensionar el poder que internet está teniendo en la juventud de estos pueblos árabes. Es la explosión de una sociedad que se sentía humillada. Desde Occidente no hemos percibido la fuerza de una sociedad en la que un 68 % tiene menos de 30 años.

Pero sobre todo que Occidente se ha equivocado en sus valoraciones. Nunca ha pensado en mejorar las condiciones de vida de esos pueblos. Sólo se ha pensado en los intereses energéticos, comerciales, económicos y estratégicos. Occidente no ha tenido el más mínimo reparo en apoyar a dictadores, bajo la falaz y equivocada idea de que nos defendían de fundamentalismos. Ahora vemos que la sociedad que se ha levantado no tiene nada de fundamentalista. ¿Qué va a hacer ahora Occidente?


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