domingo, 20 de marzo de 2011

LA CONSPIRANOIA


Se trata de una enfermedad de la que algunos no consiguen encontrar el tratamiento adecuado para su exterminación. Es un virus que adquirió Aznar en un determinado momento por falta de previsión y de visión política. Falta de previsión porque su diseño político marginó el peligro del terrorismo internacional. Los atentados del 11-M nos pillaron absolutamente desprevenidos. Falta de visión porque centró su pensamiento en la idea equivocada de que si los ciudadanos veíamos esa falta de previsión perdería las elecciones. No encontró otra solución que la de lanzar a los cuatro vientos que la autora era ETA. Mentira que durante muchos años, algunos han pretendido, y pretenden mantener, mediante el argumento inaudito de que todo fue una conspiración para derribar el gobierno del Partido Popular.

El periodista José Yoldi habla de los billetes de tres euros, de los de nueve euros, de los de ocho euros, o de las monedas de cuatro euros. Lo hace como hipérbole comparativa con las mentiras de los “conspiranoicos del 11-M”. La elegancia de este periodista le lleva a utilizar la hipérbole, por no utilizar otro lenguaje más insultante. Hay que hacer un verdadero esfuerzo para ser discretos, prudentes, ante tal falacia.

Y es que siete años después de los atentados y cuatro de que la Justicia dejara muy claro lo que todos sabíamos, oír todavía a seudo periodistas , a seudo abogados, y a seudo políticos, tratar de imbuirnos que los atentados fueron obra de ETA en connivencia con los socialistas, y no los terroristas yihadistas, no tiene otro calificativo que el de repulsivo.

Todavía no sienten la suficiente vergüenza de haber tratado de confundir, con malas artes, un matacucarachas con un explosivo, un programador de lavadora con un detonador, una cinta de un cantante con una ciudad vasca, o un antiséptico con un producto para fabricar explosivos. La desvergüenza no tiene límites. La conspiranoia es una enfermedad que algunos padecen, hasta llevarles a acusar a las Fuerzas de Seguridad del Estado de manipular e inventar pruebas. Lo hicieron, lo siguen haciendo y, desgraciadamente para España, lo seguirán haciendo.

Sí. Lo siguen haciendo. La conspinanoia, es una enfermedad cuyo contagio sigue su curso. Se extiende en el espacio y en el tiempo como la fisión nuclear, y termina siendo un arma defensiva. Se transforma en un caparazón con finalidad de auto protección. Con pinceladas malintencionadas, que a veces incurren en un profundo infantilismo, el corrupto se quiere auto convencer, y convencernos a los demás de que no lo es. Él y los que le rodean, ponen en escena la obra conspirativa, en la que sufren la persecución de ciertos medios, sufren un ataque frontal de jueces y fiscales, los policías se inventan informes, y hasta los propios gobiernos se dedican a perseguirlos. Todo el mundo conspira contra ellos. ¡Son las víctimas!


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