domingo, 20 de febrero de 2011

LA NUEVA BATASUNA

Sortu, ¿es un nuevo partido? Claramente no. Es toda la izquierda abertzale que antes constituía el núcleo central de Herri Batasuna, que ahora se presenta como un nuevo partido, para poder participar en las elecciones. La presión del Estado contra el terrorismo de ETA les ha obligado a cambiar de estrategia. Les ha costado, pero han llegado al convencimiento de que si no dejan de apoyar la violencia como actividad para conseguir sus objetivos, no podrán participar en el juego democrático.

Por tanto, o se incorporan a las reglas de juego que todos nos hemos trazado, o tienen que olvidarse de la defensa de sus ideales. No pueden hacer política. Si además contamos con que ETA está prácticamente inhabilitada, la izquierda abertzale no le queda otra salida que admitir la legislación vigente. Esto es una realidad política. Ahora queda hacer las consideraciones sobre las distintas posiciones que aparecen en el debate jurídico y sociológico en este momento.

A mí personalmente, más por el corazón que por la cabeza, me agradaría que no fuese legalizada, y en consecuencia que no participara en la política como un partido normal. Pero no es un problema que deba conducirse por la vía del sentimiento. Aunque sea inevitable traer al recuerdo las numerosas víctimas que han causado por su endiablada actividad terrorista, con su acción directa, o al menos, con su apoyo.

Yo estoy con el Gobierno que duda mucho de su sinceridad en convertirse en un partido capaz de participar en la vida democrática. Y los últimos informes aparecidos así lo corroboran. El problema es que han presentado unos estatutos que tienen toda la pinta de no poder ser rechazados desde el punto de vista jurídico. Mucho me temo, que cuando esos papeles lleguen, que van a llegar, al Tribunal Supremo, los magistrados no encuentren fundamento jurídico para oponerse a su legalización. No lo sé. Quizá me equivoque.

Por ello, y porque estamos en un Estado de Derecho, la posición del Gobierno es de absoluta responsabilidad. Participando de esa desconfianza, primero se niega a la autorización para su registro. Envía el nuevo estatuto, para su informe, a la Fiscalía y a la Abogacía del Estado, y una vez informado lo pasen al Tribunal Supremo, quien en última instancia dictará sentencia. Sentencia que, el Gobierno, los partidos, y toda la sociedad debe acatar, aunque no la comparta. Así funciona un Estado de Derecho.

Además, la unidad de los demócratas, es el único camino para seguir en la lucha por el final de la violencia en España. Final que no tendrá una fecha. No podremos nunca decir que ETA terminó el día tal, de tal, de tal. Igual esa fecha ya ha pasado. Igual algún día sepamos que el terrorismo de ETA ya había terminado en el año 2010. Igual el último atentado ya ha pasado. Igual el final de los atentados no coincida con el final de las extorsiones, o con el final de los comandos.

Así que sólo queda el camino de una lucha sin cuartel, unidos, con respeto al Estado de Derecho. Y cuando el final del terrorismo sea una realidad, habrá sido un éxito de todos. Quien pretenda que el éxito no se lo apunte el adversario se equivoca.


        

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