jueves, 6 de enero de 2011

Europa como concepto

Si hablamos de elecciones, hay que diferenciar, por orden de cercanía, si son municipales, autonómicas, generales o europeas. Son diferentes, no solo por su cercanía, sino por su concepción.

Resulta muy sencilla la elección de un voto si tratamos de municipales. El arreglo de calles, las infraestructuras, el desarrollo industrial…, es algo tangible, que el ciudadano observa con facilidad, sabiendo qué alcalde lo hace mejor. Si pasamos a las autonómicas, ya la cosa empieza a complicarse. La labor de un gobierno autonómico no se palpa con la proximidad que en un pueblo o ciudad. Además el ciudadano no tiene conciencia clara del concepto autonomía. Si damos un paso más global y nos situamos en el voto ante unas elecciones generales, observamos la dificultad de ver con la cercanía necesaria la gestión de un gobierno central. Ya empieza a influir, más que la gestión, las preferencias ideológicas.

Pues bien, la complicación llega a su máxima cota, cuando se trata de votar a los representantes en un parlamento europeo. Ahí ya no hay dificultad, hay distancia, hay desmotivación. El ciudadano no sabe, ni tiene porqué saber, el papel de una autonomía, el papel de un Estado Nación, o el papel comunitario. En ese escalón es cuando aparece la confianza que el votante deposita en sus líderes. Son los líderes quienes tienen la responsabilidad de distinguir entre centralismo y descentralización, de construir el complejo entramado de cohesión, identidad y subsidiaridad.



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