sábado, 22 de enero de 2011

EL RIDÍCULO PINGANILLO

Vaya, vaya. Con qué utilizar el pinganillo en el Senado es ridículo. A simple vista parece que quien hace el ridículo es quien considera ridículo el uso del pinganillo. Es más, lo verdaderamente ridículo, mejor dicho intranscendente, es plantear el debate atendiendo a lo ridículo que aparenta el uso del pinganillo. Y perdón por la repetición. Lo vamos a dejar en figura literaria con el objetivo ridiculizar la utilización de la palabra ridículo. Esto dicho así, podría parecer un asunto menor. Pero no. Encierra, desde mi punto de vista, un trasfondo de bastante profundidad. Encierran dos posiciones, tan tendenciosas como anticuadas.

Una más patológica, que consiste en aprovechar que el Jabalón pasa por Valdepeñas, para arremeter contra “todo lo que no sea de los míos”. Y ahora, entrando en campaña, con más motivo. Aprovechamos el pinganillo, la agresión al consejero de cultura de Murcia, y todo lo que vaya surgiendo. Sin olvidar, por supuesto, la crisis. La crisis no se puede abandonar porque está proporcionando unos magníficos resultados electoralistas. Pero no nos apartemos. Volvamos al importante asunto del pinganillo.

La segunda, la que podemos considerar de mayor entidad, es la desconfianza en el Estado de las Autonomías. Es la posición de quienes nunca confiaron en la descentralización, y por ello al primer rábano al que podemos agarrarnos, lo cogemos por las hojas, y adelante con esa teoría subyacente, pero profunda. No es pues el problema del pinganillo, es el rechazo a las autonomías, de aquellos que nunca creyeron en ellas.

El uso de los traductores representa el 0,6 % de los presupuestos del Senado. Unos presupuestos que han sido recortados para 2011 en un 6,7 % en aras de la austeridad. Por tanto el argumento del gasto, además de ser demagógico, es una prueba más de que en el trasfondo hay algo que no queremos declarar abiertamente. Que con el tiempo se haga necesario revisar ciertas competencias para mejorar el complicado tejido administrativo en España, no justifica la constante puesta en tela de juicio de la descentralización del poder. Seamos claros y sinceros.

Y aún falta un argumento más, en referencia a ridículo del pinganillo. No. Lo que ocurre es que aún no han reconocido que la unidad de España se basa en su pluralidad social, cultural y lingüística. Y lo que es peor: que esta diversidad la utilizan algunos, -en ambos sentidos-, para lanzar dardos al diferente. Si no existieran las equivocadas y patrióticas concepciones de los nacionalismos tanto periféricos como centralistas, la presencia de las lenguas en el Senado la habríamos aceptado con la mayor naturalidad.

Decir que: “esto no pasa en un país serio y normal” es una ridiculez, malintencionada. Por tanto, desde mi humilde opinión, no es lo fundamental el uso del pinganillo; lo fundamental es el reconocimiento de una realidad autonómica y plural. Tenemos que aceptar con normalidad y orgullo, el hecho de que dispongamos de un estado descentralizado para acercar más la administración al ciudadano, y que seamos poseedores de una riqueza social, cultural y lingüística que nos define. Que lleguemos a reconocer las ventajas de cohesión y solidaridad que este sistema nos ha traído, por ejemplo, a los castellano-manchegos. Algunos nos hemos esforzado durante muchos años a inculcar en los estudiantes el respeto a lo diferente, y los valores de la pluralidad.

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