Dice José María Aznar que los españoles no nos merecemos unos líderes que nos engañen. Nos merecemos unos líderes que nos digan siempre la verdad. Pues, es verdad; tiene toda la razón. Lo que no dice es en que bando está él: si está entre los que engañan o entre los que nunca engañan. Porque engañar a la ciudadanía es muy grave.
El engaño es malo. Aunque podría disculparse cuando no se engaña a sabiendas, sino más bien que uno está equivocado. Que puede ser. Por ejemplo: podríamos disculpar a José María Aznar aquello de “creánme, en Irak hay armas de destrucción masiva” Ha resultado ser un error. Podemos criticarlo por haberse dejado engañar, pero él estaba convencido. Se lo podemos disculpar.
Lo que ya no es disculpable, bajo ningún concepto, porque eso sí que lo sabía, es aquello de que los atentados del 11-M eran obra de ETA. Él sabía que no eran obra de ETA. Cuando estaba llamando a los directores de todos los periódicos nacionales, cuando lo estaba comunicando a todas las embajadas del mundo, y cuando solitaba a Naciones Unidas que emitiese una resolución de que había sido ETA, ya había más de una docena de yihadistas islámicos detenidos por la policía.
Tiene razón en que los españoles no nos merecemos gobernantes que nos engañen, pero él no es el más indicado para denunciar engaños.
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