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El
futuro será mejor
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Hemos puesto fin al
año 2017, uno de los años más negros de la política española. Hemos tenido la
mala suerte de ser testigos de las mayores “lindezas” que jamás hubiéramos
imaginado. Pero a nadie, a ningún político, se le ha ocurrido presentar
fórmulas para acabar con los grandes problemas que sufre la sociedad actual. No
quiero ser derrotista, no quiero sumirme en el pesimismo, pero es lo que veo,
lo que he visto a lo largo de 2017.
El año 2017 lo
podíamos definir como el año en el que se hicieron visibles enfermedades
endémicas que se venían padeciendo desde muchos años atrás; que nunca se les
había hincado el diente; y que ya no podían eludirse. La indiferencia se había
engullido todo lo que le iban echando. En muchos casos cuando el daño ya estaba
hecho. La economía, la política y la sociedad misma, habían estado adormecidas
tiempo y más tiempo, sin querer ver lo que pasaba a su alrededor. No querían
verlo unos, y otros se aprovecharon de ese pasotismo, a manos llenas.
La Transición, bien
o mal hecha, pero se hizo. España cambió la Dictadura por la Democracia sin
traumatismos ni rupturas. Hubo una política y una sociedad responsables;
conscientes de la necesidad del cambio. Los artífices fueron, tanto los
políticos como la ciudadanía en general. Políticos y ciudadanos que supieron
responder. Para progresar, para avanzar, para mejorar, es indispensable que
política y ciudadanía vayan de la mano. Si no van de la mano, ni hay progreso,
ni avance, ni mejora. ¿Y después de la
Transición?
Nada. Inmovilismo,
conformismo. Después de la Transición de Adolfo Suárez y de las grandes
reformas que se hicieron durante las primeras legislaturas de los gobiernos de
Felipe González, la sociedad entró en un impasse de tranquilidad, de
inmovilismo, que a veces rozó el pasotismo. Hemos observado, vivido, con indiferencia,
mentiras, corrupción, desigualdad, y el más grave ataque a las autonomías. Y políticos
y ciudadanos viéndolas pasar. Ese ha sido el gran error que tendremos que
afrontar en este nuevo año que empezamos. De lo contrario la democracia que
construimos está en riesgo y el Estado del Bienestar se derrumbará como
castillo de naipes.
Julio García-Casarrubios Sainz
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