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Apuntes del Siglo
XX….y XXI
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Podemos
analizar, e incluso hasta disculpar el error. Pero de ahí a traspasar la línea
de lo que es error a lo que es mentira, no, no y no. El error se puede
disculpar. ¿Quién no ha cometido algún error en su vida? Pero de ahí a mentir a
sabiendas de que se está mintiendo, hay una línea imborrable, una línea que no
podemos, no debemos, desdibujar. Estamos ante un territorio que en política se
hace más grave; más grave por las consecuencias sociales, por la ruptura social
que origina. No hay, no puede haber, ni disculpa ni perdón.
Antes de que
mi indignación me haga olvidar lo esencial, antes de que la paja esconda el
grano, quiero dejar claro que los acontecimientos del 11-M, sucedidos hace diez
años, dejaron patentes reacciones que no debemos olvidar y que debemos ensalzar
como ejemplares; como algo de lo que nos haga sentirnos orgullosos. Una
reacción que destacó, ante todo, el sentido de solidaridad de una sociedad que
se volcó sin regatear nada. ¡Ejemplar! Puso de manifiesto que estábamos dotados
de unos servicios que funcionaron con rapidez y eficacia como ningún otro.
Rapidez de una Justicia que dejó asombrado al mundo entero por el tiempo récord
en que dejó sentenciados los crímenes. Enhorabuena a todos. Esto es lo que de verdad
contribuye a la marca España.
Pero
volvamos al error y la mentira. La reacción del Gobierno presidido por Aznar,
fue un gran error. Tan, o mayor, que el error de meter a España en la guerra de
Irak. Si en ese momento José María Aznar hubiese convocado, como cualquier
estadista ante un tema que afecta al Estado en su conjunto, inmediatamente, un
gabinete de crisis; si hubiese reunido a todos los líderes políticos exponiendo
la realidad para buscar una reacción común, una reacción de Estado; si se hubiese
olvidado del interés electoral, si hubiese dejado atrás su complejo de
culpabilidad, y hubiese prestado más atención al interés general de los
españoles y de las víctimas; si hubiese actuado como hombre de Estado, nos
habríamos librado de muchas y dañinas divisiones, el Partido Popular habría
salido reforzado, y probablemente hubiese ganado las elecciones tres días
después.
Fue un
error; muy grave; de consecuencias tremendas; pero un error. Se equivocó, y su
partido pagó las consecuencias del error. Hasta ahí, y haciendo un gran
esfuerzo podríamos disculparlo. Lo que no admite disculpas es la mentira.
Aznar, Acebes y Zaplana, entre otros, diciendo a los españoles y al mundo
entero que el atentado era obra de ETA, cuando ya llevaban 18 yihadistas detenidos,
era una mentira que cantaba a voces. Mentira que los situó frente a la
población española y frente a todos los servicios internacionales. Tuvieron,
además, el atrevimiento, por no decir desvergüenza, de llamar “miserables” a
quienes discrepaban de su versión.
No conformes
con la infamia, y lejos de arrepentirse , o al menos rectificar, líderes
políticos y mediáticos se han instalado en la misma falacia. Han tenido la
falta de honradez intelectual para asegurar que los jueces han sentenciado
basándose en pruebas falseadas intencionadamente; han rayado en el ridículo
destacando las propiedades explosivas de los polvos de talco, el ácido bórico o
unos simples matarratas; han tenido la falta de escrúpulos para alimentar el
odio hacia quienes han pretendido desmontar la infamia, haciendo que sufrieran
persecuciones y amenazas; han alimentado la fractura entre las asociaciones de
las víctimas.
Una manera
ruin de conmemorar el décimo aniversario del 11-M, la de algunos líderes del PP
reclamando que no hay que cerrar las puertas a nuevos datos y nuevas
investigaciones para conocer la verdad. Me han recordado las palabras de Aznar,
Acebes y Zaplana. Y mucho más, de quien por entonces era la secretaria de Ángel
Acebes, ministro del Interior. Líderes que en lugar de posicionarse veladamente
en las teorías conspiratorias deberían aclarar, y mucho, todo lo ocurrido
durante más de veinte años con la trama Gürtel.
Es verdad
que hay un claro intento de desmarcarse de la teoría de la conspiración.
Bienvenido sea. Ya era hora. Teoría de lo más indigno que se haya visto en
estrategia política. Sorprende, indigna, repugna, que haya habido personas
capaces de sospechar que un partido estaba en connivencia con ETA para derribar
al Gobierno del Partido Popular. Por cierto, ¿qué ha querido decir el cardenal
Rouco en su homilía para condenar los atentados del 11-M con “oscuras
intenciones de poder? Errores…. bueno está… mentiras, ni una.
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