viernes, 13 de diciembre de 2013

LA OBLIGATORIEDAD




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Educación para el siglo XXI   (5)
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Primero, sería conveniente determinar la diferencia entre enseñanzas obligatorias y enseñanzas voluntarias. Planificar una enseñanza en la que vamos a recibir a todos los jóvenes, quieran o no, es diferente en todos los sentidos, que si planificamos una enseñanza a la que solo van a acceder los que lo desean. Desde los criterios de universalidad hasta los de evaluación, pasando por todo el proceso de aprendizaje es absolutamente distinto.

Existe hoy la creencia general de que un sistema es más avanzado y ofrece mayor igualdad de oportunidades cuanto más duradero es el tramo de enseñanza obligatoria. Y no les falta razón. De hecho en lo que llamamos nuestro entorno, todos los países tienden a extender la obligatoriedad hasta los 16 o los 18 años. Pero también hay que decir que más años de enseñanza obligatoria no es necesariamente la garantía de un mejor sistema. Porque la garantía del sistema no solo depende de los años de permanencia obligatoria, sino que influyen otros factores. De ahí que el establecimiento de los periodos de enseñanza obligatoria, debe ser prioritario, pero siempre acompañado de otros criterios que garanticen la calidad del sistema.

En la enseñanza obligatoria no se pueden aplicar los mismos criterios de selección, de programación y de evaluación, que en una enseñanza voluntaria. Pensemos por ejemplo en algo tan sencillo como la evaluación. A un alumno que está en clase porque le obliga la ley, no se le pude calificar bajo el mismo baremo, que a un alumno que está porque él ha elegido esa opción.

La motivación de un alumno que está obligatoriamente, no coincide con la de un alumno que está para conseguir una titulación. En el primer caso la motivación hay que buscarla en un territorio de satisfacción por saber. Al alumno hay que programarle una actividad que le guste y que se sienta realizado en ese trabajo. No es nada fácil. Hacen falta sistemas y medios adecuados. En el segundo caso la evaluación puede y debe plantearse en un terreno mucho más exigente. No se puede aprobar a quienes no logran un nivel mínimo de exigencia. Ni siquiera debemos utilizar las mismas denominaciones a las notas de calificación… Seguiremos



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