La facilidad que tiene Mariano Rajoy de asombrar con sus declaraciones y sin que se le mueva la ceja, es admirable. Nada más saberse que para el 20 de noviembre habrá elecciones generales, inicia su enésimo viaje al centro. Viaje que ya inició Aznar, pero destino al que nunca llegó.
Gobernará, dice, desde un centro moderado. Asegura que no habrá recortes sociales. Cosa lógica, en un partido que se autodenomina, en palabras de Cospedal, “el partido de los trabajadores”. Anuncia que el Partido Popular diseñará una campaña de unión y concordia. Y a la pregunta de si admitirá debates, contesta que a él le encantan los debates. Con todos estos mimbres se podría elaborar una excelente tesis doctoral para posgrados en ciencias políticas.
Dejando bromas, porque es muy serio, lo que más llama la atención son sus palabras de que aspira a gobernar para “Recuperar la concordia y la lealtad institucional”. ¿Pensó en la concordia entre los españoles y en la lealtad institucional cuando diseñaron su estrategia de ataque al Gobierno de España en lucha antiterrorista o en las causas y las consecuencias de la crisis económica? ¿Ha pensado Rajoy en la concordia y en la lealtad en la forma de afrontar la corrupción? Como los camaleones, una piel para situarse al sol y otra para cuando está en la sombra.
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