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Tercera
Etapa Socialista
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Ante situaciones difíciles se imponen soluciones, muy estudiadas, pero
valientes y decididas; sobre todo contundentes. Al Partido Socialista, al
Gobierno, y de forma muy directa a su presidente le ha sobrevenido una grave
emergencia. Sí, emergencia. Una emergencia, que si no se sabe, o no se tiene la
voluntad política de afrontar, puede ser letal para el partido y para el
Gobierno. Es urgente tomar medidas, como las que nunca se tomaron, frente a la corrupción.
La corrupción ha existido, y continúa en pleno apogeo porque no se han tomado medidas
definitorias.
Se puede, y se debe, valorar la gravedad del caso en comparación con
otros; se puede caer en el conformismo de que se ha sabido reaccionar, como
otros no lo han hecho. Vale. Todo eso está muy bien, y es bueno, y conveniente mostrarlo;
pero es honestamente insuficiente. Porque, visto lo visto, encontrar a los
culpables, y sancionarlos, es necesario, pero no suficiente. La corrupción es algo
que va más allá de los Gürtel o de los Cerdán. La corrupción es una lacra que
daña los mismos cimientos de la vida política, de las instituciones y de la
democracia.
O la democracia acaba con la corrupción, o la corrupción acaba con la
democracia. Así de claro; así de urgente. Alguien tiene que ser el primero en poner
pies en pared. Estamos ante una situación grave, pero propicia para ponerse a
trabajar. Alguien tiene que empezar el corte. Las medidas aprobadas en el
Comité del PSOE, están muy bien como medidas internas. Pero ahora toca ir al
Congreso a legislar; a plasmar en el BOE medidas que hagan frente, de una vez por
todas, a la corrupción.
El día 9, el presidente Sánchez debe presentarse en el Congreso con
propuestas, que afecten a todos: “Un pacto anticorrupción”, -a ver si el PP
vota en contra-; y medidas legislativas como suprimir los aforamientos a los
corruptos, o suprimir la prescripción para delitos de corrupción; o sobre la
devolución de lo robado; o medidas para acelerar las investigaciones judiciales;
y otras por el estilo. La corrupción es por sí misma muy grave, pero, además,
implica la falacia de ocultar otros debates muy importantes para que la sociedad
avance, desviar el punto de mira, de otros asuntos que afectan directamente al bienestar
de los ciudadanos, o, peor aún, aprovechar la corrupción como estrategia electoralista
para dañar al adversario.
Julio García-Casarrubios Sainz
http://juliocasarrubios.blogspot.com
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