martes, 12 de septiembre de 2017



El gato de mi abuela


            Cuando yo era chico, me gustaba jugar con el gato de mi abuela. Los juegos eran muy variados, pero siempre encerraban un pelín de intención de hacerle rabiar; y vaya si lo conseguía. A veces lo enfadaba tanto que se ponía como un fierecilla.

            Un día me dijo la abuela: el gato es muy bueno, y solo le gusta jugar. Pero ten mucho cuidado cuando los juegos consistan en encerrarlo y perseguirlo en un lugar en el que él no tenga salida. Esa fierecilla que llevaba dentro se revelaba y podría incluso atacarte. No hay cosa peor, -decía mi abuela-, que perseguir a un gato sin dejarle salida.

            ¿Sabéis o que me pasa ahora, muchos años después? Pues que cuando veo a Carles Puigdemont, me recuerda al gato de abuela. Sería una mala estrategia por parte de Rajoy, no dejarle salida. Los ataques al adversario hay que hacerlos dejándole una escapatoria, porque si no corremos el peligro de que nos ataque.


Julio García-Casarrubios Sainz
http://juliocasarrubios.blogspot.com


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