Evaluaciones
Las evaluaciones siempre fueron el pretexto
para impregnar el sistema de criterios selectivos. Separar a los que valen de
los que no valen; poner barreras para seguir o no seguir; decidir los que
pueden promocionar o tienen que repetir. Eso podía valer cuando las enseñanzas,
las no universitarias, estaban dirigidas a una parte de la sociedad destinada a
ocupar los puestos más destacados. Se podía entender.
Pero desde que la enseñanza, la no
universitaria, la obligatoria, se ha convertido en un derecho universal, esa
selección no tiene sentido. Por ello hay que replantearse los exámenes, las
calificaciones, las repeticiones, los criterios de promoción, todo. No tenemos
a los alumnos en las aulas para ver quien vale y quien no; los tenemos para
cumplir con un derecho, para darle a cada uno lo que necesita.
La valoración tiene que estar enfocada en el
conocimiento del alumno, con el fin de conocer sus facultades, sus necesidades,
sus inclinaciones, y, ¿por qué no?, sus apetencias. El conocimiento que debe
tener el profesor de los alumnos es para adaptar su trabajo con la vista puesta
en una enseñanza individualizada, y motivadora. Debemos conocer a nuestros
alumnos para darle a cada uno lo que necesita en su desarrollo como persona.
Los exámenes y las notas como las tenemos
enfocadas en este momento solo contribuyen a crear tensión, angustia,
sufrimiento, y a veces hasta discriminación. El peor de los escenarios para que
un alumno se sienta cómodo, integrado, motivado. Estamos sembrando inseguridad,
rechazo y exclusión. Estamos sentando las bases más adecuadas para un fracaso
escolar, colectivo e individual.
No es cierto que los exámenes y las notas
tengan como objetivo el sentido del esfuerzo, el cumplimento del deber, y la
vía de una excelencia. Ese principio lo defienden quienes, de forma consciente
o inconsciente, todavía están en el estadio de una enseñanza para seleccionar.
Los países que figuran en los primeros puestos del ranking del rendimiento
escolar, hace mucho tiempo que se plantearon esta reforma.
Julio
García-Casarrubios Sainz
Valdepeñas.
Ciudad-Real
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